La economía mundial exhibirá este año algunas semejanzas con las condiciones que prevalecieron en 2012.

No habrá sorpresas en este frente: enfrentamos otro año en que el crecimiento económico mundial será en promedio cercano al 3 %, pero con una recuperación a múltiples velocidades –estará por debajo de lo adecuado en las economías avanzadas, con tasas del 1%, y cercano al de tendencia en los mercados emergentes, con tasas del 5 %. Pero también habrá algunas diferencias importantes, destaca el prestigioso economista y profesor de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini.

Un doloroso desapalancamiento –menos gasto y más ahorros para reducir la deuda y el apalancamiento– continúa en la mayoría de las economías más avanzadas, lo que implica un crecimiento económico lento. Pero este año la austeridad fiscal también estará presente en las economías más avanzadas, no solo en la periferia de la zona del euro y en el Reino Unido. De hecho, la austeridad se está extendiendo al centro de la zona del euro, a Estados Unidos y a otras economías avanzadas (con la excepción del Japón). Dada la sincronizada reducción fiscal en la mayoría de las economías avanzadas, otro año de crecimiento mediocre podría dar lugar a la contracción indiscutida en algunos países.

Con el anémico crecimiento en la mayoría de las economías avanzadas, la nueva acometida de los activos de riesgo que comenzó en el segundo semestre de 2012 no fue impulsada por una mejora en los aspectos centrales, sino por nuevas rondas de política monetaria no convencional. La mayoría de los bancos centrales de las economías avanzadas más importantes –el Banco Central Europeo, la Reserva Federal de EE. UU., el Banco de Inglaterra y el Banco Nacional Suizo– han implementado algún tipo de flexibilización cuantitativa, y probablemente se les una el Banco de Japón, que se está viendo empujado hacia políticas menos convencionales por el nuevo gobierno del primer ministro Shinzo Abe.

Además, nos aguardan muchos peligros. En primer lugar, el miniacuerdo impositivo estadounidense no logró alejar a ese país por completo del precipicio fiscal. Tarde o temprano tendrá lugar otra fea pelea sobre el tope de la deuda, el demorado secuestro del gasto público y una «resolución continua sobre el gasto» del Congreso (un acuerdo para permitir que el gobierno continúe funcionando sin una ley de presupuesto). Los mercados pueden asustarse frente a otra situación fiscal de suspenso. Incluso el actual miniacuerdo implica una carga significativa –aproximadamente el 1,4 % del PBI– sobre una economía que durante los últimos trimestres ha crecido apenas al 2 %.

En segundo lugar, si bien las acciones del BCE han reducido los riesgos de eventos excepcionales en la zona del euro –una salida griega o la pérdida de acceso a los mercados para Italia y España– los problemas fundamentales de la unión monetaria no han sido resueltos. Junto con la incertidumbre política, volverán a surgir en toda su magnitud durante la segunda mitad del año.

Después de todo, el estancamiento y la clara recesión –exacerbados por la austeridad fiscal concentrada al principio del período, el euro fuerte y la restricción crediticia en curso– continúan siendo la norma en Europa. Como resultado, se mantienen grandes –y potencialmente insostenibles– niveles de deuda pública y privada. Además, dadas las poblaciones envejecidas y el bajo crecimiento de la productividad, el producto potencial probablemente se vea erosionado en ausencia de reformas estructurales más agresivas que impulsen la competitividad, lo que deja al sector privado sin motivos para financiar los déficits crónicos en la cuenta corriente.

En tercer lugar, China ha debido apoyarse en otra ronda de estímulo monetario, fiscal y crediticio para apuntalar un modelo de crecimiento desequilibrado e insostenible basado en excesivas exportaciones e inversión fija, elevado ahorro y bajo consumo. Para el segundo semestre, se acelerará la caída de la inversión en bienes raíces, infraestructura y capacidad industrial. Y, debido a que es poco probable que el nuevo liderazgo en el país –conservador, gradualista y de consenso– acelere la implementación de las reformas necesarias para aumentar el ingreso de los hogares y reducir el ahorro preventivo, la proporción del consumo del PBI no aumentará con suficiente velocidad como para compensar. Entonces, el riesgo de una caída brusca aumentará hacia fines de este año.

En cuarto lugar, muchos mercados emergentes –incluidos los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), pero también muchos otros– experimentan una desaceleración del crecimiento. Su «capitalismo de estado» –empresas estatales que desempeñan un papel importante; bancos estatales con papeles más importantes aún; nacionalismo de recursos; industrialización por sustitución de importaciones; y proteccionismo financiero y controles sobre la inversión extranjera directa– es el centro del problema. Queda por verse si adoptarán reformas para impulsar el rol del sector privado en el crecimiento económico.

Finalmente, aumentan los riesgos geopolíticos graves. Todo el Gran Oriente Medio –desde Magreb hasta Afganistán y Paquistán– es social, económica y políticamente inestable. De hecho, la primavera árabe se está convirtiendo en un invierno árabe. Si bien es improbable un conflicto militar directo entre Israel y Estados Unidos por un lado e Irán por el otro, es claro que las negociaciones y sanciones no inducirán a los líderes iraníes a abandonar sus esfuerzos para desarrollar armas nucleares. Como Israel se rehúsa a aceptar un Irán con armas nucleares y su paciencia se reduce, los tambores de la guerra redoblarán con más fuerza. La «prima de miedo» en los mercados del petróleo puede aumentar significativamente y elevar los precios en un 20 %, lo que conducirá a efectos negativos sobre el crecimiento en EE. UU., Europa, Japón, China, India y todas las demás economías avanzadas y mercados emergentes importadores netos de petróleo.

Si bien la probabilidad de una tormenta perfecta –con la materialización de todos estos riesgos en su forma más virulenta– es baja, cualquiera de ellos sería suficiente para estancar la economía mundial e inclinarla hacia la recesión. Y si bien no todos pueden mostrarse en su forma más extrema, sí están presentes, o lo harán, de alguna manera. A principios de 2013, los riesgos de baja para la economía global van en aumento. La carta de la bolsa