La Comisión Europea publicó el pasado día 28 un informe demoledor cuyo título ya acongoja: “Informe sobre el mecanismo de alerta: apoyo al ajuste macroeconómico en la UE”.

Esta vigilancia ya fue acordada: el análisis del procedimiento de desequilibrio macroeconómico, y su finalidad es tomar decisiones (sugerir, más bien) tendentes a disminuir los desequilibrios que puedan presentarse.

Yo era uno de los que decía que no se estaba diciendo la verdad, ¿recuerdan?; pero aunque pienso que toda la verdad continúa sin decirse, cierto es que cada vez se está diciendo más verdad. Este informe lo corrobora. Bien, ¿y qué dice este informe sobre España?.

Cada vez se está poniendo más de manifiesto el círculo vicioso en el que España se halla atrapada, un círculo vicioso que se manifiesta en los desequilibrios abordados en el citado informe y que se producen como consecuencia de cómo España funcionó en estos años pasados: del modo como España creció durante la fase del ‘España va bien’, un modo que contribuyó a generar todos estos desequilibrios. Y el último informe de la OCDE sobre España que su Secretario General en persona tuvo a bien presentar el pasado día 29 en Madrid cierra ese círculo de desequilibrios. (Aquí y vayan mirando: http://www.oecd.org/economy/spainhasembarkedonthepathtorecoverybutmustcontinuewithreformsoecdsays.htm).

España creció lo que creció haciendo lo que hizo, vale, y, ¿qué tiene ahora?. Pues un desempleo creciente y a una velocidad fuera de control porque España necesita crecer al 2% para crear empleo neto. Una deuda pública cuyo ritmo de subida es el de un X – 15: 36% del PIB en el 2007, 100% en el 2014 previsto por el FMI el 9 de Octubre (y sorprendentemente reducido al 94,5% el 28 de Noviembre) y que va a suponer que España se gaste el 25% de sus ingresos presupuestarios del 2013 en pagar intereses de esa deuda. Un gasto público -que en España contribuía sustancialmente al crecimiento- en caída libre debido a que la recaudación tiene un destino prioritario: el pago de los intereses anteriores.

También tiene España una deuda privada que no inflexa y que acompaña a una demanda interior a la baja empujada por el agotamiento de la capacidad de endeudamiento de una población esquilmada que asiste al deterioro imparable de sus rentas disponibles reales. Una productividad en alza pero conseguida a costa de aumentar el desempleo, lo que reduce costes e intenta favorecer a unas exportaciones cuyo ritmo se está desacelerando porque quienes allende las fronteras de España consumen los bienes que España pretende exportar también tiene problemas domésticos.

Con este decorado la OCDE presenta su informe en el que propone lo que Uds. ya saben. No serán todas, claro: nunca lo son, pero está cantado que muchas de esas órdenes, perdón, propuestas, se aplicarán. ¿Mejorará España con ellas?, en absoluto: ni toda España ni las zonas que en España se hallan en una menos mala situación, pero se aplicarán porque, pienso, el estado de España es tan desesperado que hay que arañar lo que se pueda donde se pueda a fin de garantizar que España pague lo que realmente pueda pagar (‘realmente’ = ‘tras haber eliminado los adornos y oropeles’ o lo que por ello se entienda).

Además, que la OCDE venga a hacer de poli malísimo tiene muchas ventajas: viene de fuera de la UE; no es miembro de la troika; la imagen que de ella se tiene es técnica; nunca ejecuta ni lleva a término, sólo sugiere, estudia, informa; no está manchada con barros de pasadas crisis; no sale en las pancartas de manifestaciones de Indignados: lo que antes se denominaban ‘Grupos Antiglobalización’, más antes ‘Grupos Antisistema’, y ‘Movimientos Anticapitalistas’ en el Paleolítico Inferior. Y posiblemente lo que sea más importante: es muy poco conocida por el gran público. Es decir, tiene licencia para decir lo que hay que hacer pudiendo salir por la puerta delantera tras decirlo.

Mal asunto. Los políticos, en el Gobierno o no, dirán lo que quieran; pero este informe de la OCDE me huele muy mal. Sobre todo porque lo que dice lo dice quien lo dice y lo dice ahora. Parece un punto final. Y los finales en estas circunstancias siempre suelen inaugurar principios tristes.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa