Conocerán la frase de Charles-Maurice Talleyrand Périgord “Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”. Me vino a la cabeza cuando leí sobre la famosa sentencia del Tribunal Constitucional alemán (TCA): el Jefe del Estado alemán ya puede firmar la norma que sanciona el MEDE por parte de Alemania. (¿Alguien dudaba de que pudiese ser otra?). ¿Pero que supone eso?.

Eso lo que supone es que nadie va a cuestionar si es positivo, conveniente o procedente que con dinero público se compre deuda del país que proceda ya que el jefe ha dado su aquiescencia a que eso se haga. Un dinero público, es decir, de todos, porque procede de los impuestos pagados por las ciudadanías, que no será controlado ni administrado por los órganos que las representan: los Parlamentos. Y sí: este es el argumento de la denuncia presentada ante el TCA por un grupo de contrarios a la filosofía sobre la que se sustenta el MEDE, pero vayamos más allá.

El MEDE va a funcionar sí o sí porque no conviene que ninguna economía pinche teniendo en cuenta que hay algunas que, por su volumen, son irrescatables. Es decir, la finalidad del Mecanismo es reducir la presión excesiva que sobre una economía en problemas puede causar una cantidad de deuda pública (de momento sólo pública) que ‘los mercados’ consideren excesiva, presión que puede causar efectos indeseados sobre el sistema financiero y monetario del área euro, y no sólo del área euro.

Pero el MEDE no va a resolver -ni va a ayudar a ello- los dos problemas que afectan a toda Europa (y a todo el planeta): que no se crece y que no se puede pagar todo lo que se debe; y no por nada, sino porque no existe ni puede existir un mecanismo que resuelva eso debido a que es imposible. Es decir, el MEDE va ser un secante que reducirá la cantidad de agua que la avalancha pueda ocasionar a fin de evitar una inundación, pero lo que no va a hacer es aumentar el grosor del dique ni reducir la cantidad de agua almacenada. Y eso lo va a hacer con unos fondos de todos que nadie de esos todos va a controlar en absoluto. El TCA puede haber sentenciado lo que quiera, pero ese proceder que ha bendecido no es democrático.

Pero es conveniente, lo que nos lleva a otra dimensión. Si el MEDE, por ejemplo y en este caso, es conveniente y esa conveniencia viola los principios sobre los que se basa el modelo político vigente en los países libres, ¿por qué dar vueltas a la farola y recorrer recónditos recovecos?, que se eliminen o modifiquen esos principios y no perdamos el tiempo.

Ya, ya, siempre ha sido así, el problema estriba en que mientras ‘el mundo ha ido bien’ las formas han sido muy, muy importantes, fundamentales podríamos decir, y ahora que el mundo va mal esa inercia aún se arrastra.

Por encima de esta sentencia -y de otras que sobre temas parecidos en el futuro este u otro tribunal pronunciará- está la propia utilidad de lo amparado por la sentencia. El MEDE es un instrumento temporal cuya utilidad es muy concreta, por lo que sirve para lo que sirve. En esta transición de modelo en el que estamos metidos habrá otros MEDEs y otras sentencia de otros tribunales que ratificarán decisiones que conculcan principios políticos y culturales que se creían inmutables.

Y al final tendremos un nuevo modelo que se acabará encontrando lógico y que vendrá acompañado de un sistema político que durante un tiempo se considerará extraño pero que será hijo de aquel. Siempre ha sido así y así seguirá siendo, porque copiando a Talleyrand podría decirse que ‘Lo que parezca que no puede ser, puede acabar siendo y además pareciendo que es posible’.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.  La carta de la bolsa