Hay un tema del que en Europa ni se ha hablado ni se habla. Es un tema que es taboo. Es un tema que se insinúa y que se trata en pasillos oscuros y en rincones en sombras, pero que aún no ha sido puesto encima de la mesa por una sola razón: porque las cosas aún no están suficientemente mal.

Es un tema que cuando el mundo, Europa, España, iban bien era orillado porque no representaba un problema real.

Se conocía su existencia, evidentemente, pero como recaudación y rentas iban aumentando sin problemas nadie sacaba el asunto a colación porque podía despertar fantasmas políticos a los que no convenía molestar; tan sólo cuando algunos se referían a él un coro de voces se alzaba para acusar a esos algunos de estar menoscabando la paz social. Pero ahora las cosas están cambiando.

Este tema taboo hasta hace pocos meses tiene que ver con la cantidad de recursos que alguien que no está bien y que ya tiene problemas tiene que dar a otro alguien que está peor que quien da. Cierto, el tema puede adoptar variantes: puede que quienes reciban acaben estando en algunas cosas bastante mejor que quienes dan, pero eso no deja de ser una variación de lo anterior. El tema lo puso sobre la mesa Alemania hace un tiempo  en relación a los PIIGS pero es aplicable al interior de los países, a las regiones, a las agrupaciones municipales, a los barrios, … Y es extraordinariamente simple de plantear.

Un país en una zona económica o una región en un país aporta al conjunto una cantidad, en la forma que sea, pactada en un momento que no se parece en nada a los momentos actuales, ni en cuanto a la tasa de crecimiento real, ni en cuanto a la tasa de crecimiento potencial, ni las carencias presentes ni esperadas de unos y otros, ni las posibilidades reales de otros y unos. Sin embargo la recaudación fiscal que antes y ahora se obtenía es tratada hoy del mismo modo a como lo era ayer.

Cierto, Alemania fue el país que más aportó a los fondos estructurales europeos, pero también es cierto que Alemania fue la economía que en conjunto mas se benefició, y  también es cierto que esos fondos estructurales fueron movidos por el interés antes que por cualquier otro motivo, pero ese mecanismo existió, y muchas y muchos se beneficiaron, mutuamente de él … mientras las cosas fueron bien y ayudaron a que así siguieran yendo.

Hoy, las peticiones de mutualización de la deuda pública a través de los eurobonos o la concesión de una ficha bancaria al new fondo de rescate no es más que una nueva versión de aquellos fondos estructurales, sin embargo la diferencia entre ambos momentos es abismal: hoy, a diferencia de entonces, las cosas van mal y mal se espera que vayan a seguir yendo.

Entonces se pone sobre la mesa la pregunta que ayer no se hizo y debió hacerse pero que no era conveniente hacer porque, si se hacía, las cosas podían de dejar de ir lo bien que iban: ¿es pertinente continuar dando a pesar de que cada vez hay menos, de que quienes dan cada vez tienen más problemas y de que las posibilidades de quienes dan son mayores de quienes reciben?.

Alemania, votando sí a los fondos estructurales compró el voto favorable de los países que de ellos se beneficiaron a la ampliación de la UE hacia el Este, algo que siempre convino a Alemania; también pagó los costes que para Europa tuvo que, en la reunificación, un marco de la DDR tuviese el mismo valor que uno de la DFR; y consiguió un pulmón adicional para su industria. Pero todo eso sucedió entonces: cuando las expectativas no tenían final y la deuda era ridícula. Nada de eso ahora es así.

Ahora las expectativas son de un color negro noche, las deudas son impagables, los recursos son escasos e infinitos los excesos de capacidades productivas. Hemos llegado a límites que ayer eran implanteables, lo que supone que van a tener que hacerse consideraciones, a formularse preguntas que antes no era pertinente hacer ni formular. La otra pregunta es si se está preparado para oír las respuestas.

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Si Grecia se porta bien le darán más tiempo para pagar y le reducirán el precio por pagar tarde. Pienso: hay que ver los subterfugios que se usan para no decir públicamente lo que se dice en privado: que la economía griega está en caída libre, que no puede crecer y que su desempleo se halla disparado, por lo que, haga lo que haga, no puede pagar lo que debe, razón por la que se viste el santo del impago con ropajes de reducción de ciertos aspectos de lo que tiene que pagar (camino preparatorio para otra quita). En fin, ahora toca decir así las cosas.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa