-La idea de que un miembro de la eurozona buscara ayuda de emergencia del Fondo Monetario Internacional, junto con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, era impensable. Así, el rescate llevó a Europa a una crisis en toda regla.

Cuatro años más tarde, los funcionarios europeos están asegurando a todo el mundo que la crisis ha terminado. El FMI elevó su pronóstico de crecimiento de la zona euro este año hasta el 1,2%. Incluso se prevé que Grecia crezca un modesto pero no insignificante 0,6%.

Los mercados de bonos también indican que la crisis ha terminado. Los rendimientos de los bonos del gobierno irlandés han caído por debajo del 3%. El mes pasado, Portugal fue capaz de emitir bonos a diez años al 3,57%. Incluso Grecia ha sido capaz de vender bonos a cinco años a tipos inferiores al 5%.

Es evidente que los supuestos expertos que predijeron la inminente desintegración de la zona euro se han equivocado. Pero es igualmente probable que los que ahora declaran que la crisis ha terminado también se equivoquen, dice Barry Eichengreen, profesor de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de California y ex consejero del FMI.

“Si hemos aprendido una cosa de estos últimos cuatro años, es que la Unión Europea carece de la capacidad de actuar con decisión. Con 28 países miembros, los procesos de tomas de decisiones son tediosos y consumen mucho tiempo.  Son difíciles de definir los intereses comunes, haciendo difíciles los acuerdos de reparto de la carga.

Por otra parte, el paciente está lejos de estar curado. Irlanda, Portugal, España y Grecia han avanzado considerablemente en la reducción de sus costes laborales unitarios a niveles de 1999 respecto a Alemania. El problema es que los niveles de 1999 no son suficientes, ya que los productores compiten ahora con China y otros mercados emergentes. Italia y Francia, por su parte, han progresado mucho menos en la mejora de su competitividad internacional.

Tampoco está claro si los países en crisis encontrarán la demanda que necesitan. Con el gasto interno presionado, han estado dependiendo de las exportaciones. Pero ahora que el crecimiento en los mercados emergentes se ha desacelerado, sus mercados de exportación se están debilitando. Las exportaciones españolas, en una tendencia positiva hasta hace poco, han dejado de subir. Y España puede ser el «canario en la mina de carbón».

El Banco Central Europeo, por su parte, sigue haciendo muy poco para apoyar la demanda. Ha permanecido por detrás de la curva desde el año 2011. Si finalmente acepta una flexibilización cuantitativa en junio, podría aprobar sólo pequeños pasos, porque el presidente del BCE, Mario Draghi, y su equipo siguen siendo reacios a adoptar el tipo de medidas radicales que sorprendería a sus amos políticos.

A nivel presupuestario, los nuevos primeros ministros de Francia e Italia, Manuel Valls y Matteo Renzi, respectivamente, se han propuesto rebajar los impuestos a los trabajadores con bajos salarios y sus empleadores. Este es un paso positivo para solucionar la difícil situación de los que más han sufrido la crisis. Pero Valls y Renzi también planean recortar el gasto para evitar que su déficit presupuestario se eleve, lo que significa que sus iniciativas no van a impulsar la demanda.

Mientras tanto, la crisis bancaria de Europa no ha terminado. Los préstamos para financiar inversiones fijas siguen cayendo. Sorprendentemente, la última prueba de estrés de la Autoridad Bancaria Europea a los bancos de la zona euro no contempla la posibilidad de una deflación en su escenario más adverso. La implicación es clara: el déficit de capital de los bancos se puede subestimar, y la cantidad de nuevo capital requerida será insuficiente. Si el objetivo es restaurar la confianza esta no es la manera de conseguirlo.

Y todo el mundo sabe que la gran unión bancaria europea es profundamente errónea. Se crea un único supervisor, pero sólo para los bancos más grandes. Armoniza la cobertura del seguro de depósitos, pero no proporciona un fondo de garantía común de depósitos. El mecanismo de resolución de bancos malos es incomprensible e inviable. El fondo de resolución asociado poseerá sólo 55 mil millones de euros de capital propio, mientras que los pasivos de los bancos europeos son del orden de 1 billón de euros.

Por último, está la cosa molesta de la deuda pública, que sigue siendo el 90% del PIB de la zona euro. Los funcionarios europeos proponen rebajar esta lectura a su objetivo del 60% en un par de décadas. Has leído bien, en 2034.

Todo esto tiene los ingredientes de un pronóstico sombrío. Pero es como progresa Europa. La unión bancaria puede tener defectos, pero al menos existe, y con el tiempo esos defectos se podrán solucionar. Las pruebas de resistencia pueden ser imperfectas, pero al menos son mejores que las dos anteriores. El movimiento del BCE de este verano puede decepcionar, pero por lo menos los funcionarios de política monetaria de la zona euro van a hacer algo.

La zona euro no se derrumbará este año, pero sus problemas están lejos de terminar. Europa no va a poner punto final a su crisis.”capitalbolsa