La crisis del euro es en el fondo una cuestión política. Al igual que en todas ellas, hay varios niveles de la misma. Todos diferentes. Prácticamente invisibles en el análisis presentado por los medios de comunicación generalistas, que prefieren describir esto de forma equivocada como un cuento moral. El lado económico ha sido exhaustivamente cubierto. Aquí echamos un vistazo a la crisis política de la mano de una nota excelente de Fabius Maximus.

Fabius especula sobre 4 niveles de crisis política:

1. Los bancos son la salud del Estado
2. La unificación es un proceso político que no se hace con pequeños ajustes económicos
3. La austeridad como una correa que reforma Europa
4. ¿Están los líderes europeos locos, al igual que sus predecesores en la Primera Guerra Mundial?

Nivel Uno: Los bancos son la salud del Estado

Los bancos europeos son un poder político. Pero lo más importante, los endeudados gobiernos regionales de Europa (incluyendo Alemania) dependen absolutamente de un delicado mecanismo de financiación para renovar sus préstamos y financiar los déficit de cada año. Los líderes europeos no permitirán que nada ponga este sistema en situación de riesgo y los bancos se encuentran en su centro. De ahí la extraña respuesta extraña a las distintas crisis que comenzaron el 23 de abril de 2010: una pequeña acción que no hace nada por resolver los problemas subyacentes. Pero se gana tiempo para que los bancos amorticen los préstamos vulnerables (por ejemplo, de Grecia) para minimizar el inevitable impacto de un default – y da tiempo a las instituciones europeas para prepararse para crisis más grandes en el futuro.

Esto también explica los préstamos ilimitados del Bundesbank a otros bancos centrales europeos a través del sistema TARGET2. Estos préstamos podrían crear enormes pérdidas a Alemania, pero hoy en día proporcionan una estabilidad esencial al facilitar un lento éxodo desde los bancos de los países periféricos en problemas (Portugal, Grecia, Irlanda, España e Italia).

¿Por qué los líderes europeos no resuelven los profundos problemas estructurales de Europa?

 

Nivel Dos: La unificación es un proceso político que no se hace a través de pequeños ajustes económicos
Los líderes europeos han tenido más 20 cumbres, grandes y pequeñas, cada una seguida por un comunicado con sus decisiones. Las legiones de economistas han elaborado decenas, cientos, de planes simples para solucionar el problema de Europa. Todo inútil.

Europa debe avanzar hacia la unificación o volver a Estados separados. Mientras que las élites y como la mayoría de ciudadanos está a favor de la unificación, aún no hay consenso sobre su forma o naturaleza. ¿Quién va a impulsar la nueva Europa? ¿Quién paga las cuentas? ¿Cómo se asignarán las pérdidas de la vieja Europa?

Sin un acuerdo sobre estas cosas, los planes de los economistas sobre una unión fiscal, eurobonos, y un euro-FDIC siguen siendo un sueño.

Los políticos europeos no creen que el momento sea propicio para tomar medidas substanciales, ya que incluso los pequeños pasos que se han tomado han sido vagos y provisionales. Se supone que ellos conocen mejor que nadie la situación y que actuarán cuando llegue la oportunidad. Después de tanta acción vacilante, unas propuestas decisivas podrían limpiar el aire como una tormenta repentina. La aplicación podría ocurrir a una velocidad asombrosa.
Nivel tres: La austeridad como una correa que reforma Europa

«Uno nunca quiere que una crisis seria se desperdicie… Las cosas que habíamos pospuesto durante demasiado tiempo, que eran a largo plazo, ahora son inmediatas y deben ejecutarse. Esta crisis ofrece la oportunidad para que hagamos cosas que no se podían hacer antes.» – Rahm Emanuel (jefe de gabinete de Obama) en una conferencia de CEOs en noviembre de 2008.

Sean cuales sean sus planes para reformar la economía de Europa, la crisis ofrece una oportunidad para reformar las estructuras políticas y sociales. Muchos economistas ven los programas de austeridad de Europa como incomprensibles, dada la larga historia de fracasos con estas medidas (en realidad han sido ineficaces o dañinas). Pero esto es pasar por alto los aspectos beneficiosos de los programas de austeridad – su efectividad como una correa o látigo que fuerce cambios – tales como la reducción del poder de los sindicatos, la reducción de las redes sociales de seguridad, y la eliminación de las leyes que obligan a un cierto grado de igualdad en las relaciones entre empleados y empleadores.

Además, el poder podría pasar de las instituciones democráticas nacionales a la maquinaria dominada por la élite de la Unión Europea.

Sólo entonces vendrán los cambios necesarios para hacer frente a los problemas estructurales de Europa, tales como la falta de un verdadero banco central y la desigual competitividad entre regiones.

 

Nivel Cuatro: ¿Están los líderes europeos locos, al igual que sus predecesores en la Primera Guerra Mundial?

«Locura es repetir los mismos errores y esperar resultados diferentes» – Paso 2: Una Promesa de Esperanza por James Jensen, de la Fundación Hazelden de Alcohólicos Anónimos (1980).

El análisis anterior implica que los líderes políticos europeos ven claramente la situación y han elaborado planes efectivos. Considere la posibilidad de una alternativa: están locos (en un sentido operacional, no clínico). Al igual que en la Primera Guerra Mundial, tal vez se niegan a ver el fracaso de sus tácticas, o el coste de vidas. En su lugar, consideran estas vidas perdidas, como una cuota inicial para el éxito final de un gran proyecto.

Si es así, van a seguir reuniéndose con cada crisis, con pequeños ajustes hasta un crash que obligue a un cambio de la visión propia de Europa.

«El enemigo, sin duda, ha sido duramente golpeado y tiene pocas reservas en su mano.» – Dijo el general Haig (Comandante en Jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica, también conocido como «el carnicero Haig») el 1 de julio de 1916: el primer día de la Batalla del Somme. De los 100.000 soldados que atacaron, 20.000 murieron y 40.000 resultaron heridos. El optimismo de Haig era infundado; la cifra final sería de 624.000 bajas en las tropas británicas y francesas. Carlos Montero, lacartadelabolsa

Fuentes: Fabius Maximus