Falsedad, estafa y apropiación indebida son algunos de los delitos que accionistas minoritarios de Bankia han incorporado a la querella que han presentado en los juzgados contra los gestores responsables de la salida a bolsa de la entidad, con Rodrigo Rato a la cabeza. Sus acusaciones se fundan, al menos así lo afirman los abogados que impulsan la iniciativa, no solo en lo que salta a la vista al calor de la nacionalización de la institución, sino también en testimonios y documentos aportados por algunos trabajadores y ex empleados, hartos de comerse el marrón mientras que los de arriba se van de rositas.

Si el movimiento de rebelión laboral se generaliza, ojito. Hipotecas, preferentes, estructurados… lo que puede salir de ahí es material radioactivo para muchos directivos y responsables de redes comerciales. Una bomba nuclear que no vendría mal si ayuda a limpiar el sistema desde dentro, la verdad. ¿Ocurrirá?

Mucho tendrían que cambiar las cosas en un país que habla de crisis moral en general, olvidando que en su origen se halla la irresponsabilidad individual de muchos, por acción o por omisión. Aún así, por soñar que no quede, por más que al despertar nos encontremos con una legislación protectora del delito de guante blanco, un miedo genético a complicarse la vida y una escasa recompensa económica para el que tiene la valentía de dar un paso adelante.

Aunque el foco se centra ahora en la salida a bolsa de una institución, sería una inmoralidad que todo lo demás que ha conducido a esta situación, con alto coste no solo para los inversores sino para los contribuyentes españoles, quedara en el olvido.

Exijan, por tanto, responsabilidades. En todos los ámbitos. Y, si tienen dudas, sean valientes que la conciencia es el juez más severo, nuestra eterna compañera de cama. Anímense a dar el paso adelante, aunque solo sea por los sueños que aún nos quedan.S. McCoy, Cotizalia